El cohete Larga Marcha CZ-5B Y2 partió desde la rampa LC-101 del centro espacial de Wenchang, en la isla de Hainán, el 29 de abril de 2021 a las 3:22 UTC. Fue el segundo lanzamiento de un cohete de dos etapas CZ-5B después de que China lanzara en mayo de 2020 el primer prototipo de su nave tripulada de nueva generación, similar a la Crew Dragon de SpaceX o la Starliner de Boeing.
El módulo central de la estación espacial Tianhe, de 22,5 toneladas, se encuentra en órbita según lo planeado tras separarse de la etapa central del cohete CZ-5B Y2. Se espera que los restos del propulsor vuelvan a entrar en la atmósfera terrestre en los próximos días, esta misma semana.
El cuerpo del cohete, de aproximadamente 30 metros de largo por cinco de ancho, sobrevuela la Tierra en una órbita de 164 x 320 kilómetros de altitud, viajando a más de siete kilómetros por segundo. Como basura espacial que orbita nuestro planeta, lleva ahora una nueva denominación: 2021-035B. Y aunque no tiene combustible, cuenta con una masa en seco de 21 toneladas.
Según el astrónomo Jonathan McDowell, no ha habido una reentrada incontrolada “por diseño” de un objeto de más de 10 toneladas desde los 90. El desastre del transbordador espacial Columbia (STS-107), la reentrada accidentada de la estación espacial soviética Saliut 7 (DOS-6) y el lanzamiento fallido de la sonda rusa Fobos-Grunt (F-G) fueron errores. Los cohetes chinos Larga Marcha CZ-5B, aunque mucho más ligeros que la estación espacial estadounidense Skylab que cayó en Australia en 1979, son los objetos más pesados en caer incontroladamente a la Tierra en décadas.
Se estima que entre un 20 y un 40% de la etapa central del cohete CZ-5B Y2 podría alcanzar la superficie de nuestro planeta en los próximos días, ya que la mayor parte del propulsor se quemará en la atmósfera. “Será uno de los casos más grandes de reentrada incontrolada de un vehículo espacial que potencialmente podría aterrizar en un área habitada”, publicó SpaceNews.
Trazar la trayectoria del propulsor es prácticamente imposible porque hay demasiadas variables involucradas, como la velocidad del propio cohete, que da una vuelta a la Tierra cada 90 minutos, o el efecto de arrastre de la atmósfera, que puede expandirse o contraerse con la actividad solar.
Dicho esto, lo más probable es que el propulsor caiga en un lugar deshabitado, como el océano, que cubre el 70% de nuestro planeta. Según Space.com, las probabilidades de que un individuo en particular sea alcanzado por desechos espaciales son extremadamente bajas, de uno entre 7000 millones.